jueves, 4 de septiembre de 2025

Ser Farmacéutico: Un Rol Más Allá del Mostrador

 

La figura del farmacéutico ha evolucionado considerablemente a lo largo de la historia. De ser un simple dispensador de medicamentos, ha pasado a convertirse en un pilar fundamental del sistema de salud, un consejero de confianza y un educador constante en la comunidad. Ser farmacéutico es mucho más que un trabajo; es un compromiso con la salud y el bienestar de las personas, un rol que combina la ciencia, la ética y la empatía.

En el corazón de la labor farmacéutica reside un profundo conocimiento científico. La formación académica abarca desde la química y la biología molecular hasta la farmacología y la toxicología. Este bagaje de conocimientos no solo permite comprender cómo actúan los medicamentos en el cuerpo, sino también identificar posibles interacciones, efectos secundarios y contraindicaciones que podrían poner en riesgo la salud del paciente. Es esta pericia la que convierte al farmacéutico en un eslabón crucial para garantizar la seguridad en el uso de los fármacos. Es un trabajo de precisión y de atención al detalle, donde un pequeño error puede tener grandes consecuencias.

Sin embargo, el rol del farmacéutico va más allá de la mera dispensación. Su participación en la **Atención Primaria** es crucial para el bienestar de la comunidad. A menudo, el farmacéutico es el primer punto de contacto para personas que experimentan dolencias menores, lo que ayuda a aliviar la presión sobre los cuartos de urgencias. Con su experiencia, el farmacéutico puede determinar si una situación requiere atención médica inmediata o si puede ser manejada con un tratamiento de venta libre, siempre proporcionando el alivio temporal adecuado mientras se orienta al paciente a buscar atención médica posteriormente. Esta capacidad de discernimiento no solo optimiza los recursos de salud, sino que también ofrece a los pacientes la tranquilidad de saber que están recibiendo la guía correcta en el momento oportuno.

El farmacéutico puede ser un pilar fundamental en la **medicina preventiva**. Y cuando hablamos de medicina preventiva, no nos referimos a recomendar acetaminofén a una persona con un dolor, sino a ayudar a que ese paciente no llegue a sentir ese dolor. ¿Cómo? Con consejos prácticos para mantener una vida saludable, recomendaciones sobre dieta y la promoción de la tranquilidad en el día a día. Por ejemplo, a una persona con tendencia a la hipertensión se le puede ayudar con recomendaciones naturales que prevengan la aparición de la enfermedad. De igual manera, un paciente prediabético puede revertir su situación con el consejo oportuno de un farmacéutico. Claro, para ello es necesario adquirir un conocimiento profundo y un estudio constante. Esta es la esencia de la prevención en la farmacia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce la automedicación como un componente vital del **autocuidado**. Esta práctica, cuando se realiza de manera segura y asistida por un profesional, se convierte en un recurso valioso que empodera a las personas a gestionar su propia salud y reduce la carga en los sistemas de atención médica saturados. En este sentido, el farmacéutico se erige como el profesional clave en este proceso, asegurando que la elección del medicamento sea la correcta y que su uso sea racional. En lugar de una simple transacción comercial, cada consejo brindado en el mostrador se convierte en una consulta de salud invaluable, reforzando la confianza y promoviendo el bienestar del paciente.


Recuerdo que, uno de mis mentores, el Lic. Gabriel Alba (q.e.p.d.), me comentaba que anteriormente los municipios le pagaban una especie de turno a las farmacias de tal manera que en la ciudad siempre había una farmacia abierta durante toda la noche. Claro, la ciudad hoy en día ha crecido y, si lleváramos esa práctica, se tendría que coordinar el servicio por cada sector o área. Allá en Soná, recuerdo que casi todos los residentes conocían el nombre del regente, el Lic. Ramírez (q.e.p.d.), y por supuesto, siempre lo buscaban. En aquellos tiempos solo existían dos farmacias, por lo cual las ventas sostenían muy bien los gastos y le daban buena rentabilidad al propietario, que por cierto era reconocido por la clientela y muy respetado por sus conocimientos empíricos de la farmacia, además de ser respetuoso de la normativa.

Cuando llegué a Panamá, la historia era casi la misma. El Lic. Alba también era muy dedicado a su profesión y los pacientes lo conocían y preguntaban por él. Las farmacias eran bien alejadas una de otras, al menos intentaban guardar 500 m entre una y la próxima. Las preparaciones oficinales no faltaban, ni tampoco las magistrales. Era eso casualmente lo que les daba la mayor utilidad, ya que existía el control de precio en los medicamentos terminados, pero no en los elaborados en la farmacia. La atención farmacéutica nunca faltaba y eso que para aquel entonces le llamaban “Asesoría Farmacéutica”; en la práctica era lo mismo, es decir, consistía en darle todas las instrucciones de uso del medicamento al paciente, así como las advertencias de efectos indeseables o posibles interacciones, siempre procurando el uso adecuado de los medicamentos.

Hoy en día parece que eso se ha perdido... ¿Eres farmacéutico regente en alguna farmacia? ¿Cuántos pacientes al día llegan preguntando por ti de nombre? Si me respondes más de 5, te felicito, eres un excelente farmacéutico de estos tiempos. Si llegan menos de esa cantidad, preocúpate, algo estás haciendo mal. Claro, no se puede negar que los mismos dueños o administradores de estas farmacias promueven la rotación de personal e impiden la comunicación del farmacéutico con el paciente, limitando el tiempo de conversación con los mismos, lo cual contradice la ideología de la atención farmacéutica e inclusive viola las normativas regulatorias que exigen las buenas prácticas de atención farmacéutica. Esperemos que las aguas vuelvan a su caudal y las cosas empiecen a funcionar mejor por el bien de todos los pacientes, que es en verdad a quien dirigimos nuestros servicios.

En resumen, ser farmacéutico es asumir una vocación de servicio. Es un profesional de la salud que actúa como puente entre el médico y el paciente, traduciendo complejas prescripciones en un lenguaje comprensible y ofreciendo un apoyo vital. Es una labor que exige una actualización constante, una mente analítica y un corazón empático. En última instancia, es la satisfacción de saber que, con cada consejo y cada medicamento dispensado, se contribuye a mejorar la vida de alguien.

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